El juego de la paella

Me viene a la memoria un hecho que ocurió hace unos cuantos años, casi 10, allá cuando las hormonas adolescentes y la irresponsabilidad se unían en la Edad del Pavo. Nunca he sido excesivamente sociable, pero en aquella ocasión me uní a la masa de compañeros en una broma que si bien en su momento tuvo muchísima gracia, ahora con la mirada puesta atrás es más cruel que otra cosa.

Estaba yo en 1o. de BUP y la primavera acababa de llegar. Nuestra profesora de Ciencias Naturales era novata y nosotros lo sabíamos. La mujer se lo curraba, pero era casi una cría y nosotros le tomábamos por el pito del sereno. Éramos como los perros, que pueden oler el miedo.

A estas horas me la comí­a entera, argggg


Justo antes de clase nos repartimos nuestros papeles. Recuerdo perfectamente que a mí me tocó "el calamar". Me tuve que levantar unas 5 veces, puesto que éramos tan poco originales y eficientes que éramos 5 con el mismo ingrediente. Aparte, claro está, de la decena de veces que alguien soltó en voz alta la palabra "PAELLA". Las risas y ruidos eran estruendosos a más no poder. La pobre mujer salió llorando, ya que no pudo pillarnos a ninguno.

Para después desquitarnos del mal rato que pasó, en una clase en que nos pidió "por favor, por favor, por favor" que nos portáramos bien porque venía un inspector a evaluar su trabajo, fuimos los alumnos perfectos. Los adolescentes pueden (pudimos) llegar a ser unos cabrones, pero en el fondo son (éramos) buena gente.

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